Parque
del Túria, cronología
histórica.
Desde
el nacimiento de la ciudad de Valencia junto al rio Túria, en el 138
a.c. por los Romanos,
estaba situada en el entorno geográfico ideal en que se erigían las
poblaciones urbanas de aquella época, es decir, a orillas del cauce
de un río, relativamente cercanas a una costa de litoral accesible,
con abastecimiento de agua dulce y tierras espaciosas aptas para el
cultivo. Pero estos paisajes inaugurales de la Valentia Romana, iban
a ser modificados de forma paulatina y tozuda durante los tiempos
históricos siguientes, y esto debido a los frecuentes
desbordamientos del Turia y la consiguiente erosión registrada en su
sistema fluvial.
Efectivamente, hay constancia
documental y arqueológica
de las crecidas del Turia y de
sus
consiguientes
desbordamientos
del
río desde los tiempos más remotos de la fundación de la ciudad, en
un fragmento de la monografía “Río
y Ciudad: El caso de Valencia”,
podemos leer:
“El
caso de la llanura aluvial costera de Valencia es un claro exponente
de la transformación histórica del paisaje. Entre 1321 y 1957 se
registran 22 desbordamientos del Turia, 11 crecidas y 15 noticias de
inundación sin referencia a la magnitud o alcance del
acontecimiento. Además, en el subsuelo del casco antiguo de la
ciudad, aparecen las huellas de otras inundaciones de época romana y
musulmana; mientras que en la época visigoda la ciudad no se
inunda”.
Y
mas adelante, en otro fragmento, se dice:
“En
las excavaciones arqueológicas encontramos los sedimentos dejados
por estas riadas: desbordamientos de los siglos I y II a.C. en la
Plaza de L’ Almoina y en la Costera del Toledà. En época romano-
imperial ( siglos I al IV d.C), en el subsuelo de la calle del Mar,
en la Plaza de Zaragoza y plaza de Nápoles y Sicilia. En época
musulmana (siglos IX, X y XI) la ciudad se inunda de forma
catastrófica: aparecen casas con las paredes reventadas por la
presión del agua y pozos cegados por gruesas capas de canto, grava y
arena acarreados por el río durante la crecida. Vestigios de estas
inundaciones aparecen nuevamente en la plaza de l’Almoaina, la
calle del Mar, la calle Barón de Petrés, els Banys de l’Almirall
y la calle Sabaters, situados en el casco histórico de la ciudad”.
Las
primeras avenidas documentadas son
relativamente recientes,
ya que datan
de mediados del siglo XVIII (1760), Las
publicó el doctor Agustín Sales, Cronista de Valencia, en un
opúsculo escrito en latín titulado “Turiae
marmor”.
Se
trata de una
enumeración sistemática de las avenidas del Turia, es
un relato breve, ya que es
una incompleta descripción de apenas nueve páginas, en la que
aparecen registradas únicamente trece riadas, monografía que se
inicia con la avenida del año 1328 y finaliza con la inundación de
Valencia de 1731.
Mas
tarde, y
espaciados en el tiempo, Teixidor,
V.Boix, Carboneres, Llombard y algún
otro autor publicaron
ensayos parciales en
los que abordaban el
tema. No hay constancia
de que exista
más bibliografía al
respecto, y no es
hasta mediados del siglo XX, en que, al ocurrir la doble riada de
Octubre de 1957, que superó en violencia a todas las anteriores,
Francisco Almela y Vives, de las Reales Academias Española y de la
Historia, hizo una recopilación que tituló “Las
riadas del Túria,(1321-1949)”.
Se
trata de una obra, que
es una relación escrita con un
criterio histórico y
que reúne información
sobre las avenidas acontecidas en la capital Valenciana
con anterioridad a la avenida de 1957, porque, el
objetivo primordial de
la obra, consistió en
reunir la documentación necesaria para elaborar, con sistemático
rigor histórico, un estudio cronológico de las riadas del Turia a
su paso por Valencia durante los seis últimos siglos, siendo
básicamente esta obra,
la principal fuente de referencia utilizada en la realización del
presente artículo.
En el periodo que abarca desde 1321
hasta 1957, se registran en la publicación de Francisco Almela, 22
desbordamientos, 11 crecidas y 15 noticias de inundaciones del Turia
en Valencia. En el primero de los ocho capítulos de que consta la
obra, trata de las más importantes avenidas de los siglos XIV y XV.
Inicia la enumeración de riadas con la primera de la que hay
noticias documentadas, después de que Jaime el Conquistador tomara
Valencia, inundación que tuvo lugar el 16 de octubre de 1321 y de la
que aporta la siguiente información:
“El
día 16 de dichos mes y año,(Octubre, 1321) el Justicia y los
Jurados de la Ciudad publicaron un bando haciendo saber que, como por
el aumento de las aguas del Guadalaviar a consecuencia de abundantes
lluvias, se habían caído en parte algunos puentes, muros y
barbacanas de la población, se prohibía a todo hombre y mujer, de
cualquier ley o condición, que cogiera o mandara coger, de noche o
de día, abierta u ocultamente, piedras, argamasa, tierra, ladrillos
o madera de dichos muros, puentes y barbacanas. Y quien tal hiciere
pagaría como castigo sesenta sueldos tantas veces como lo hiciera”.
“Los
estragos causados por la riada se deducen asimismo de una carta que
en 24 de octubre de 1321 dirigieron al Rey, D. Jaime II el Justo, los
Justicias, Jurados y Consejeros de la Ciudad. En aquella le decían
poco más o menos, que las abundantes aguas pluviales habían
determinado el derrumbamiento de muchas casas dentro y fuera de las
murallas, aparte de los numerosos edificios que se hallaban en
peligro de que les ocurriera lo mismo. Además, habían caído las
bóvedas de los Puentes del Real y de los Catalanes, posteriormente
llamado de la Trinidad. Con todo ello, la gente padecía mucho,
porque no había pan, debido a que los hornos carecían de leña.
Tampoco había cal ni ladrillos para reparar las casas derrumbadas y
las que estaban a punto de caerse, donde, por cierto, habitaban las
personas con peligro de muerte. Por otra parte, también faltaba la
carne, porque los carniceros no tenían sitio para guardar el
ganado…”
El
autor, continúa enumerando exhaustiva
y
cronológicamente las riadas y citando algunas particularidades de
los daños en puentes, casas y murallas y de los bandos de las
autoridades para evitar latrocinios, alguna
vez hace alusión al tiempo atmosférico y a las particularidades de
la inundación, y de si se hicieron rogativas para que cesara la
lluvia, de
esta manera tenemos registros del
6 de noviembre de 1340,
de la del
jueves 17 de agosto de 1358, de
la del 17 de noviembre de 1475 que fué muy generalizada y extensa en
el tiempo, ya que entró el mes de enero de 1476 y las lluvias
prosiguieron con más crecidas de ríos, barrancos y desbordamiento
de pozos, los predicadores sólo hablaban de aquella situación
caótica, que sin duda era el “justo
castigo merecido por los muchos pecados cometidos”, y
no fue hasta
comienzos
de febrero, que no se afianzó el buen tiempo.
Pasaron
doce años, sin ninguna avenida desastrosa, hasta
que
el 28 de octubre de 1487, a primeras horas de la tarde, vino el Turia
muy crecido, siendo
extraordinaria
aquella
inundación,
hay que decir que las aguas desbordadas se extendieron a muchas
alquerías, causando estragos incalculables y se vinieron abajo casi
todos los molinos, obstruyéndose
las acequias y quedando
embarradas las tierras labrantías.
El
3 de octubre de 1517, los Jurados de la Ciudad dirigieron una
epístola al joven rey Carlos I, recién llegado a España, que había
desembarcado en Villaviciosa el 19 de septiembre de aquel mismo año,
días antes de la riada. Le informaban someramente de lo sucedido.
El investigador catalán Fontana
Tarrats, en sus compilaciones documentales dedicadas a incidencias
meteorológicas en lo que hoy son las comunidades autónomas de
Cataluña, Valencia y Murcia, nos dice en relación con la riada
Valenciana de 1517, que las lluvias ya habían comenzado 40 días
antes del desbordamiento del Turia; que a las 4 de la tarde del día
27 las aguas habían inundado casi todos los barrios de Valencia,
además de sus puentes, y que en la Ciudad se derrumbaron multitud de
casas. Cita como ejemplo la calle de Murviedro, en la que
desaparecieron sesenta edificios.
Fuera de Valencia, Fontana refiere
que hubo grandes tormentas en Utiel, donde cayeron varios trozos de
muralla y que los destrozos se dejaron sentir en Sumarcárcer,
Gabarda, Alcácer, Alcira, Algemesí y, sobre todo, en Carlet, donde
desaparecieron cien casas. Añade que 1517 fue un año de terremotos
y que dos meses después de la gran riada, en las primeras horas de
la tarde del 21 de noviembre de 1517, Játiva sufrió un seísmo de
gran intensidad, que repitió al día siguiente. En Cataluña, a
comienzos del mes de noviembre de aquel mismo año, un temporal de
lluvias se mantuvo muy activo, lloviendo profusamente, sin parar,
durante dos noches y un día, ocasionando grandes daños y causando
la muerte a muchas personas, como consecuencia, se produjeron
importantes inundaciones en el Llobregat, en Vich y, sobre todo, en
las riberas del Ebro.
Desde esta inundación de septiembre
de 1517 transcurrieron veintitrés años sin sucesos de esta
naturaleza, hasta el 5 de octubre de 1540. Seis años después
sobrevino la inundación del día de San José de 1546. Y más tarde,
las riadas de 1555, de 1557, de 1577 y de 1581, en la que el río
vino tan crecido que pasó por encima del Puente del Real, riada que
se reprodujo los días 22, 23 y 25 de septiembre y que afectó a todo
el Reino de Valencia. Otra nueva inundación catastrófica sobrevino
en el mes de octubre de 1589, posteriormente
habría mas avenidas.
Pero
como sería demasiado largo y
reiterativo continuar la enumeración de las crecidas y
desbordamientos del Turia en los cuatro siglos que siguieron, se
concluye este artículo
con unos apuntes sobre la última inundación Valenciana,
la del año 1957, que tuvo además, extraordinarias repercusiones en
el futuro urbanístico de la Ciudad del Turia y
como consecuencia de estas actuaciones, se puso
fin a la reiterada
serie de riadas Valencianas
de los últimos siglos.
En
la publicación, “La
crónica del siglo XX”,
de Plaza & Janés, Editores, S.A.”,
resume la efemérides Valenciana
del 14 de octubre de 1957 en estos términos:
“Los
temporales de lluvia, que durante las últimas semanas azotan España,
han tenido una triste manifestación en la zona de Valencia. El río
Turia se ha desbordado a las dos de la madrugada, inundando la
capital con una pavorosa riada, que afecta a dos tercios de la
población. A media mañana, las aguas comenzaron a retroceder; sin
embargo, al mediodía, comenzó de nuevo a llover, en medio de gran
aparato eléctrico. No se recuerda una tragedia tan grande desde
1879. En algunos puntos, el agua alcanza los dos metros”.
“Fuera
de la capital, el desastre es también enorme. Centenares de
viviendas destruidas en Catarroja, Chivas, Masanasa, Albal; un barrio
entero de Carlet; desolación casi completa en Nazaret;
desbordamientos del Magro en Algemesí; del Jucar, en Alicante y del
Segura en Orihuela. Más de ochenta muertos y miles de millones en
pérdidas.”
Cabe reseñar que cuando se habla de
grandes riadas en Valencia siempre acude a la memoria colectiva la de
octubre de 1957, que fue la última en producirse y quizá la que se
recuerda como la más catastrófica, pero no fue la única vez que el
Turia se desbordó con consecuencias trágicas. Ya que tan solo ocho
años antes, el 28 de septiembre de 1949, las lluvias torrenciales
descargadas sobre las cadenas montañosas que circundan la plana
litoral Valenciana hincharon no sólo el río sino también los
barrancos adyacentes, como el de Catarroja y el Carraixet, lo que
provocó que se inundara toda la huerta, con la capital en el centro,
y que se contabilizaran igualmente cuantiosos daños en poblaciones
más al interior, como Bétera, Cheste, Lliria o Pobla de Vallbona.
En Valencia hubo 41 muertos, según
los datos oficiales, aunque siempre se supuso que hubo más víctimas
mortales, porque lo cierto es que la riada se llevó por delante más
de dos mil chabolas que había en el cauce del Turia, donde vivían
varios miles de personas. La gran mayoría de los habitantes de este
suburbio tercermundista alcanzaron a ponerse a salvo, pero no se
llegó a conocer cuántas personas pudieron desaparecer sin que
hubiera otras que las echaran en falta, porque es de imaginar que no
todas estaban debidamente censadas ni vivían con familiares que
denunciaran su ausencia. Según las crónicas de la época, también
en otros pueblos afectados por la riada hubo más víctimas mortales,
como seis en Bétera, una en Almàssera y Cheste, dos en Lliria (por
culpa de una chispa eléctrica causada por unos cables caídos).
También se registró una gran mortandad de animales de granja, que
poblaban casi todas las casas y alquerías de la huerta, y de
caballerías, que representaban la fuerza motriz en el campo.
Aquel episodio de finales de
septiembre de 1949 debió de ser, meteorológicamente, lo que hoy
denominamos 'gota fría', un fenómeno concentrado en una concreta
área geográfica, pero se desarrolló en medio de un extenso
temporal de lluvias que afectó con intensidad a casi toda España,
ocasionando inundaciones locales y graves pérdidas agrícolas y en
infraestructuras en casi todas las regiones. En Valencia, las zonas
más dañadas fueron las de Nazaret y el Grao, pero también
desapareció el 'puente de Madera', que estaba frente a la
'Estacioneta del Trenet', que se volvió a construir y volvería a
llevarse la riada del 57. En la huerta se perdieron las cosechas, al
igual que sucedió en puntos de La Ribera, como Carcaixent, y de La
Safor, como Oliva. Un grave problema añadido en la Valencia de
aquella época de postguerra, con penurias, escasez y racionamiento
de comida.
Veinticinco años después de la
última inundación catastrófica de Valencia por las desbordadas
aguas del río, en el año 1982, el alcalde de la Ciudad del Turia,
Sr. Pérez Casado, inauguró un monumento en recuerdo de las
innumerables personas que habían perecido víctimas de las riadas a
lo largo de todos los tiempos. Este monumento está situado en la
explanada de la antigua estación del ferrocarril de Aragón, rodeado
por una pequeña alberca y un bebedero de fuego en el centro. Es una
obra de líneas esquemáticas muy estilizadas, formado por dos
cuerpos rectilíneos cubistas de 16 metros de altura, paralelos y
casi verticales, con los que se pretende glorificar y mantener vivo
el recuerdo de quienes perdieron la vida en la última riada de 1957
y en todas las anteriores, fue hecho en piedra artificial, por
encofrado, con diseño del escultor Valenciano, Ramón de Soto
Arándiga.
Bibliografía:
“Río
y Ciudad: El caso de Valencia”,
de
Pilar Carmona y Joan Olmos.
“Las
riadas del Túria (1321-1949)”, de Francisco Almela y Vives.
“La
crónica del siglo XX”, de Plaza & Janés, Editores S.A
“El
tiempo en España durante el año agrícola 1957-58”, (del
calendario meteoro-fenológico), de J. Fernández Campa,
Ramón
Gijón, delineante proyectista.
Fuentes,
Artículo (2003), de Carmen Gozalo de Andrés, Licenciada en
Historia, hemeroteca de las provincias y Universitat de València.
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