domingo, 22 de diciembre de 2019

La biodiversidad.

La biodiversidad y la agricultura ecológica.

 La biodiversidad o diversidad biológica es el conjunto y la variedad de formas de vida que existe en nuestro planeta, esta biodiversidad, de una forma directa es la que garantiza el equilibrio de los ecosistemas de todo el mundo, y la especie humana no es una excepción en ella, ya que depende de la biodiversidad para sobrevivir. Irónicamente, la principal amenaza para la biodiversidad es la acción humana a través de la deforestación, los incendios forestales, la urbanización indiscriminada y los cambios en el clima y por consiguiente en el ecosistema.



  El daño que se causa a la biodiversidad no sólo afecta a las especies que la habitan en ese lugar, sino que perjudica mucho a las interconexiones que existen en las relaciones entre las especies y el medio ambiente en el que viven. Es muy triste que debido a la deforestación, la presión urbanística y los incendios, muchas especies se han extinguido antes de que pudieran ser estudiadas, o antes que se tomara alguna medida para tratar de preservar la especie y cuando se ha hecho, ya ha sido demasiado tarde.


  Para la agricultura ecológica, la diversidad biológica, es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo sostenible, ayudando al mantenimiento de esta diversidad biológica y cultural, esto es así, porque el fundamento de la agricultura ecológica está basado en las prácticas respetuosas con la naturaleza, mediante el uso de variedades locales, la rotación y la diversidad de cultivos, (Ver art. La rotación de los cultivos) un control de plagas mediante un uso integrado y una lucha biológica, (Ver art. La lucha biológica) el laboreo cultural, la fertilización orgánica y el pastoreo controlado, (Ver art. Las enmiendas) así como el uso de energías alternativas y la gestión del agua, ya que ha de ser sostenible, no aplicando pesticidas, biocídas y fertilizantes químicos y no contaminando con productos que no sean biodegradables, lo que se traducirá en una mayor presencia de insectos parásitos y depredadores de plagas; lo que quiere decir que además de considerar el conocimiento científico en los procesos ecológicos, conviene y se debe retomar el conocimiento local que ha demostrado ser útil durante generaciones y preservar la cultura agraria de nuestros antepasados.


  Por lo tanto, la denominada agricultura ecológica o sostenible, es un conjunto de prácticas encaminadas a centrarse no sólo en la viabilidad económica de los cultivos, sino que también se hace incapié en el uso eficaz de los recursos no renovables, transformando los huertos en centros de reciclaje, tan solo hay que imitar a la naturaleza, de esta forma, los residuos de los cultivos o el estiércol se pueden transformar en fertilizantes, (Ver art. El compostaje casero) el agua de lluvia la aprovecharemos para el riego localizado (Ver art. Riego localizado) y aprovecharemos la flora y la fauna local en el control de plagas*, y los beneficios se traducirán en que ahorraremos dinero, obtendremos alimentos mas nutritivos, mejoraremos nuestro entorno, (fertilidad del suelo, incremento del reciclaje de nutrientes, control de la erosión, etc), así como nuestra calidad de vida.


* En agosto empecé a colgar en la sección de medio ambiente, una serie de artículos sobre plantas beneficiosas para el jardín y el huerto, en ellos describiré a las especies que acogen y su influencia en los cultivos.



Ramón Gijón, delineante proyectista.


miércoles, 18 de diciembre de 2019

Plantas estoloníferas.

Las plantas estoloníferas.

  La reproducción mediante estolones, sólo es una modalidad mas, de la denominada reproducción asexual o vegetativa, es decir, en este tipo de reproducción o propagación no intervienen las semillas, siendo muy numerosas las plantas que se valen de este procedimiento para perpetuarse, (ver el art. la reproducción asexual o vegetativa) a este tipo concreto de plantas se les denomina estoloníferas, por lo tanto, la función de un estolón es la de producir clones idénticos a la planta madre principal con el fin de propagar nuevos ejemplares o brotes.



  Los estolones, al inicio de su desarrollo dependen de la planta madre para su subsistencia y su alimentación, pero con el paso del tiempo adquieren autonomía y pueden generar estolones propios, continuando así el proceso de expansión y la colonización de grandes extensiones, ahora bien, este mecanismo que es extremadamente eficaz y rápido cuando lo que se busca expandir a la planta, puede volverse en nuestra contra, ya que es un sistema invasivo y dañino para el desarrollo de otros cultivos en huertos o jardines, por esto en muchos lugares les denominan plantas corredoras, porque logran cubrir grandes áreas de terreno. 


  Un estolón es un brote lateral, es una porción de tallo que surge a partir del tallo principal, y mas concretamente en la base del mismo, puede crecer horizontalmente con respecto al nivel del suelo o surge perpendicular al suelo (epígeo), o puede desarrollarse de forma subterránea, tienen entrenudos largos y cortos alternados que generan raíces adventicias, y justo en la separación de estos segmentos enraizados, es donde se generan las nuevas plántulas, que con el tiempo serán plantas autónomas, este tipo de reproducción es común en algunas plantas herbáceas y las plantas estoloníferas que mas conocemos son las fresas, los tréboles y las cintas, otras especies son la menta, la hierbabuena, el helecho, el estragón, el regaliz, la margarita estrellada, la violeta, algunos tipos de césped o algunas plantas acuáticas como la vallisneria o la sagittaria.


  En el caso de las fresas, al ser sus frutos muy deseados y su cultivo muy sencillo, sus cultivares se realizan con gran esmero; En el caso de los tréboles, son hierbas anuales o perennes con flores de color blanco, amarillo o blanco y purpura y debido a esa facilidad para expandirse, es frecuente utilizarlas como forraje; En el caso de la menta, la menta silvestre o la hierbabuena, son plantas que pueden llegar a convertirse en invasoras en los jardines, razón por la cual, se recomienda cultivarlas en macetas de gran tamaño, que permitan un desarrollo natural de la planta o como alternativa ha esto, colocar en el arriate unas planchas enterradas para que los estolones subterráneos encuentren una barrera física y poder controlar su expansión
 

  Por lo tanto, a la hora de hacer acopio de nuevos ejemplares de este tipo de plantas, el procedimiento es muy sencillo, ya que podemos seccionar las zonas entre nudos que contengan las raicillas, sin ningún miedo, para separar ambas plantas, y replantar el tallo secundario donde queramos, el estolón puede romperse por esa nueva planta o puede seguir creciendo y produciendo más ejemplares. Como ejemplos mas comunes, tendríamos con estolones aéreos, a la fresa y las cintas y con estolones subterráneos, a la menta y la hierbabuena, estas especies en concreto son muy prolíficas y fáciles de cultivar.

Ramón Gijón, delineante proyectista.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Antecedentes de un parque urbano, (III)

Parque del Túria, la solución sur.

  Después de las catástrofes de 1949 y 1957, y tras vivir uno de los episodios más trágicos de su historia el 14 de octubre de 1957, cuando se produjo la gran riada de Valencia, en la que se inundó la ciudad y causó la muerte de alrededor de un centenar de personas, el gobierno de España y el Ayuntamiento de Valencia decidieron que el Turia no podía seguir pasando por el centro de Valencia por el peligro que suponían futuras y previsibles nuevas inundaciones, por lo que en 1958 se abordó definitivamente el desvío del río Turia fuera de la Ciudad, desviación que ya se venía contemplando como la mejor de las posibles soluciones para hacer desaparecer de una vez y para siempre de Valencia aquella terrible y endémica lacra de sus riadas.


  El desastre regional había sido de tal magnitud, que el Gobierno no tuvo más remedio que adoptar decisiones importantes, y unos meses después se aprobó la denominada “Solución Sur”, que consistía en desviar el río, construyendo un nuevo cauce de 12 Kilómetros de longitud y 175 metros de ancho, capaz de desaguar 5.000 metros cúbicos por segundo en una nueva desembocadura del Turia, que iba a situarse tres Kilómetros al sur de la existente. La riada de 1957 había llegado a alcanzar, según los cálculos, un caudal máximo de 3.800 metros cúbicos por segundo, por lo que teóricamente, con el desvío del nuevo cauce, las inundaciones en la ciudad ya no iban a ser posibles.

  Las obras comenzaron en 1964 y finalizaron en 1973, aunque no se completó totalmente el programa inicial, ya que al principio, la Solución Sur era un proyecto hidráulico, que se fue reconvirtiendo en un ambicioso plan urbanístico, que pasó a denominarse “Plan Sur” de Valencia, fue aprobado por ley en 1961 y comprendía, además de las actuaciones hidráulicas, otras actuaciones en infraestructuras, como en carreteras, en ferrocarriles y de urbanismo, de esta manera el antiguo cauce urbano del río, quedó liberado de las aguas del Turia, y esto fue determinante y tuvo una gran repercusión en el futuro y en la modernización de la actual Valencia.

  El llamado “Plan Sur” (en contraposición a otras alternativas que se estudiaron) y que pasaban por convertir el cauce que atraviesa la ciudad en unas autopistas urbanas, este despropósito fué muy contestado y el viejo cauce fue más tarde reclamado por los ciudadanos como espacio verde para la ciudad, fueron tiempos en los que se manifestaba la gente al grito de “el Túria es nostre i el volem verd”, finalmente las autoridades cedieron y con el paso de los años y con la intervención de los mejores equipos de urbanistas y diseñadores del momento, el antiguo cauce se convirtió en un jardín público, mientras que las vías rápidas de circulación se construyeron a los lados del jardín, salpicadas de túneles para minimizar su impacto, una solución muy Parisina, fué una decisión totalmente contraria de lo que el sentido urbanístico racional aconsejaba, que era que los jardines y paseos hubieran estado junto a las viviendas y el tráfico circulase por el centro semienterrado en el viejo cauce, pero el tiempo ha demostrado que fué un gran acierto.

 

  De esta manera, Ricardo Bofill (padre) diseñó el tramo del jardín en la zona noble de la ciudad, con naranjos y palmeras, la zona próxima al Palau de la Música, El equipo "Vetges Tú - Mediterránea" diseñó el tramo desde la Casa del Agua hasta Nuevo Centro, incluyendo las instalaciones deportivas y algunas fuentes, La Consellería de Agricultura diseñó el tramo del "Bosque Urbano" comprendido entre Nuevo Centro y la zona deportiva de Serranos, colocando miles de pinos, Posteriormente, se realizó el jardín de Gulliver, ya entrados en el 2000, después de la inauguración de la estación de metro de Alameda y el nuevo puente de la Exposición (popularmente “de La Peineta” o “de Calatrava”, por su peculiar forma y su autor, respectivamente) se acondicionó el tramo próximo a esta estación colocando un arenero con juegos, una zona arbolada útil para ferias y exposiciones y una explanada para el disparo de fuegos artificiales y la instalación de ferias, circos y eventos al aire libre, a continuación, se construyó el puente de las Flores, en 2007 se reacondicionó el tramo del jardín entre el Parque de Cabecera y la Casa del Agua de tal manera que este parque es el inicio del propio Jardín.


  Son 167 hectáreas de un extraordinario espacio urbano abierto que se desarrolla a lo largo de toda la ciudad, como un gran eje verde, entre Mislata y el puerto, con 12 kilómetros de longitud y una anchura media de 160 metros, el Parque del Turia es uno de los parques naturales urbanos más grandes de España, un espacio verde de más de nueve kilómetros transitables que atraviesa la ciudad con zonas lúdicas y deportivas y románticos rincones donde perderse, desde el Parque de Cabecera hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias, los Jardines del Turia son un recorrido ideal para runners, ciclistas, familias y amantes de la naturaleza, está coronado por 18 puentes que son huella de siglos de historia, el antiguo cauce roza a ambas orillas con algunos de los principales museos y monumentos de la ciudad.


  Fué inaugurado en 1986, desde ese momento diversos urbanistas y paisajistas diseñaron los diferentes tramos del cauce, reproduciendo el antiguo paisaje fluvial y creando un recorrido único poblado por palmeras y naranjos, fuentes y pinos, plantas aromáticas y estanques, pistas deportivas y rosales, el inmenso jardín está además limitado por el Parque de Cabecera y el Bioparc al Oeste, y la vanguardista Ciudad de las Artes y las Ciencias y el oceanográfico en el lado opuesto, casi en la desembocadura, podríamos decir que los Jardines del Turia conectan la sabana Africana, recreada fielmente en el Bioparc, con el mundo submarino y los ecosistemas que pueden visitarse en l’Oceanogràfic, otro valor añadido es que a lo largo de su recorrido, conecta con otros parques y jardines como el jardín de las Hespérides, el jardín Botánico, el jardín del Real o el jardín de Monforte entre otros, o el Palau de la música o con el espectacular auditorio de ópera, o el Palau de les Arts, ambos en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.


  En el recorrido hay otras paradas interesantes, como el Parque de Cabecera, donde pueden alquilarse pequeñas barcas con forma de cisne, en el Gulliver, un inmenso parque de toboganes en el que los niños, como si de liliputienses se tratara, trepan y se deslizan por los dedos, el pelo o las piernas de esta gigante figura de 70 metros, no muy lejos de él, se encuentra el Palau de la Música, con una completa programación anual, y amplias explanadas en su exterior para patinar o jugar al fútbol para los pequeños amateurs, y en los estanques que rodean la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en los meses estivales hay bolas para andar sobre el agua y canoas, por otra parte, al ser Valencia una ciudad llana, los Jardines del Turia son un lugar ideal para los amantes del running o para recorrerlos en bici, seagway o tándem, en el mismo cauce pueden alquilarse estos pequeños vehículos, también en el trayecto hay también bares y cafeterías con extensas terrazas para reponer fuerzas, en definitiva es un reclamo turístico para los visitantes y un referente a nivel europeo de parque urbano. 
 

  Para terminar, “el plan sur” cumple 50 años en 2019, y mi reflexión personal es, que desde el punto de vista medio ambiental, la realización del nuevo cauce, es una mega infraestructura que ha erradicado para siempre el peligro de inundaciones, pero ha dejado una gran huella en el territorio. Es una intervención que ha partido pueblos enteros, que ha acabado con cientos de hanegadas de huerta fértil y desplazó en su momento a cientos de personas, al tiempo que propició el desarrollismo incontrolado en el sur de la ciudad, que se fué llenando de autovías, equipamientos ferroviarios, canalizaciones e infraestructuras complementarias. “el plan sur” también dejó al viejo Túria sin agua, aunque esta parte de la historia ha tenido un final mas feliz.



Ramón Gijón, delineante proyectista.
Fuentes, Vicenç Rosselló i Verger y Universitat de València.
Dedicado a mi padre, que me enseñó muchos de estos jardínes y despertó en mí el cariño por la naturaleza.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Los muros.

Los muros.


  Este es un elemento que siempre está presente en el jardín, según su función pueden ser de mayor o menor envergadura, los podemos tener para contener una terraza, para delimitar un arriate, para dividir espacios, o para delimitar la parcela entre otras cosas. Pueden estar hechos con piedras, con ladrillos macizos, con bloques prefabricados de hormigón vibrado, con tablas o traviesas de madera, y en diseños mas contemporáneos los podemos ver de acero corten, madera o también de gavión, las posibilidades son muchas. En cualquier caso, se trata de un elemento que no pasa desapercibido y no deja indiferente, ya que con un buen diseño se integran en el jardín y en su entorno, llegando a ser un elemento decorativo por su belleza.

  La presencia de los muros en la jardinería y en la agricultura es muy antigua, (ver el art. “El bancal escalonado), aunque su función en la jardinería no es la misma que en la agricultura, el concepto siempre es el mismo, retener y afianzar los desniveles y así conseguir un mayor aprovechamiento del terreno. Por lo tanto como es un elemento que está sometido a unos esfuerzos, necesitará nuestra atención ya que para cumplir su función tiene que estar en buenas condiciones de firmeza y estabilidad, sobre todo cuando se trata de muros de mampostería en seco.


  Si tenemos que hacer un murete nuevo, primero se cavará una zanja con una anchura superior a la del muro y una profundidad que dependerá de la consistencia del terreno, pero lo normal serán unos 5 o 7 cms. cuidando de que esté nivelada, a continuación se verterá hormigón, apisonando y nivelando la masa dejando que fragüe. Posteriormente colocaremos las piedras de mayor tamaño en la primera hilada recibiéndolas con mortero, en la siguiente hilada se irán colocando las piedras cuidando de la horizontalidad y el buen asiento, así hasta la altura requerida, a ser posible es conveniente que las llagas entre las piedras queden rehundidas ya que facilitará que las plantas trepadoras se agarren mejor.


  Si el murete fuese de ladrillos, se procede de la misma manera y la colocación sería con un grosor de medio pie para muretes pequeños y de un pie para muretes mas altos o de contención, siendo los aparejos mas usados el “ingles” o el “flamenco”, en bloques de hormigón es lo mismo, pudiendo usar bloques de 10 cms. o de 20 cms. de grosor pero en las esquinas o cada cierta distancia hay que reforzar con unas varillas de acero. En muchos sitios se utiliza una técnica mixta, es decir, un muro interior de medio pie hecho con ladrillo macizo y por delante de este un muro de piedra, que es el que se verá, la cámara que queda entre uno y otro interiormente facilita el drenaje.


  Cuando se trata de muros de delimitación, el mantenimiento estará centrado en mantener en buenas condiciones los paramentos con una buena pintura pétrea si son enfoscados, en caso de ladrillos vistos habrá que cepillar aquí y allá de vez en cuando, y en los de madera aplicar un protector de buena calidad cada cinco o seis años. En caso de tener cerca arbustos grandes o pequeños arbolillos, hay que tener cuidado de que las ramas no golpeen los paramentos para evitar daños en las ramas y en los cerramientos.



Ramón Gijón, delineante proyectista.

jueves, 7 de noviembre de 2019

El jardín seco.

El jardín seco.

  La Xerojardineria, (ver el art. el xerojardín) tiene como principio fundamental el empleo de las plantas que mejor se adapten a las condiciones ambientales del jardín, de esta forma tan sencilla, se consigue reducir de manera significativa (hasta un 50%) el consumo de agua en los parques y jardines, hay que tener en cuenta que las plantas de climas secos se han especializado en el transcurso de su evolución, desarrollando diferentes estrategias de adaptación a la sequía, de forma que reducen la transpiración, emiten un doble sistema de raíces, disminuyendo la superficie de exposición, desarrollan follajes grises y pelos, producen aceites esenciales, o acumulan agua entre otras, estas adaptaciones o mecanismos naturales son los sirven de base para dar identidad, carácter y belleza al jardín Mediterráneo, (ver el art. el jardín mediterráneo) jugando con los colores, las formas, las texturas y los olores de estas plantas, se consigue un jardín espectacular, con una gran diversidad, con unas necesidades hídricas y un mantenimiento muy bajos.


  Por lo tanto en el diseño, para ser coherentes con los principios de este concepto, una vez elegidas las especies que vamos a plantar, además hay que organizar el jardín en zonas según el consumo del agua, de esta manera se pueden crear tres zonas en el jardín, una zona seca con plantas autóctonas con necesidades de riego muy escasas, una zona de riego moderado donde las especies son más exigentes con el agua pero también tapizan el terreno, y una zona húmeda, a ser posible la más pequeña de todas.


  De forma mas general, se debe tener en cuenta también, Protegerse del sol con árboles de sombra y pérgolas con trepadoras, Reducir la superficie de césped al mínimo, ya que se lleva el 70% del agua de riego de un jardín; Disponer en los bordes de la pradera de césped las plantas que necesiten más agua; Protegerse del viento, para retener más la humedad con setos, vallas con trepadoras, brezos o parapetos orgánicos; Plantar los elementos vegetales a más distancia para reducir la competencia por el agua; Disponer de un sistema de riego eficiente, evitando las fugas y el exceso de riego; Corrigiendo la estructura del suelo en caso de que sea muy pobre, (ver el art. las enmiendas); Creando un buen drenaje para evitar encharcamientos si fuera necesario; O proteger el suelo incorporando cubiertas protectoras de materiales orgánicos como corteza de pino, restos de podas triturados entre otras o también inorgánicos como rocas o gravillas, de esta forma, se regula la temperatura, se evita la erosión y se facilita la penetración del agua a las raíces.

 En resumen, hay que hacer un mantenimiento del jardín orientado a depender menos del agua, aportando abonos orgánicos equilibrados, realizando cuando sea necesario, podas superficiales y de mantenimiento, así como fomentar la biodiversidad para favorecer un mejor control de las plagas y enfermedades de forma natural.



Ramón Gijón, delineante proyectista.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Antecedentes de un parque urbano, (II)

Parque del Túria, cronología histórica.


 
  Desde el nacimiento de la ciudad de Valencia junto al rio Túria, en el 138 a.c. por los Romanos, estaba situada en el entorno geográfico ideal en que se erigían las poblaciones urbanas de aquella época, es decir, a orillas del cauce de un río, relativamente cercanas a una costa de litoral accesible, con abastecimiento de agua dulce y tierras espaciosas aptas para el cultivo. Pero estos paisajes inaugurales de la Valentia Romana, iban a ser modificados de forma paulatina y tozuda durante los tiempos históricos siguientes, y esto debido a los frecuentes desbordamientos del Turia y la consiguiente erosión registrada en su sistema fluvial.

  Efectivamente, hay constancia documental y arqueológica de las crecidas del Turia y de sus consiguientes desbordamientos del río desde los tiempos más remotos de la fundación de la ciudad, en un fragmento de la monografía “Río y Ciudad: El caso de Valencia”, podemos leer:









El caso de la llanura aluvial costera de Valencia es un claro exponente de la transformación histórica del paisaje. Entre 1321 y 1957 se registran 22 desbordamientos del Turia, 11 crecidas y 15 noticias de inundación sin referencia a la magnitud o alcance del acontecimiento. Además, en el subsuelo del casco antiguo de la ciudad, aparecen las huellas de otras inundaciones de época romana y musulmana; mientras que en la época visigoda la ciudad no se inunda”.

Y mas adelante, en otro fragmento, se dice:

En las excavaciones arqueológicas encontramos los sedimentos dejados por estas riadas: desbordamientos de los siglos I y II a.C. en la Plaza de L’ Almoina y en la Costera del Toledà. En época romano- imperial ( siglos I al IV d.C), en el subsuelo de la calle del Mar, en la Plaza de Zaragoza y plaza de Nápoles y Sicilia. En época musulmana (siglos IX, X y XI) la ciudad se inunda de forma catastrófica: aparecen casas con las paredes reventadas por la presión del agua y pozos cegados por gruesas capas de canto, grava y arena acarreados por el río durante la crecida. Vestigios de estas inundaciones aparecen nuevamente en la plaza de l’Almoaina, la calle del Mar, la calle Barón de Petrés, els Banys de l’Almirall y la calle Sabaters, situados en el casco histórico de la ciudad”.

 
 Las primeras avenidas documentadas son relativamente recientes, ya que datan de mediados del siglo XVIII (1760), Las publicó el doctor Agustín Sales, Cronista de Valencia, en un opúsculo escrito en latín titulado “Turiae marmor”. Se trata de una enumeración sistemática de las avenidas del Turia, es un relato breve, ya que es una incompleta descripción de apenas nueve páginas, en la que aparecen registradas únicamente trece riadas, monografía que se inicia con la avenida del año 1328 y finaliza con la inundación de Valencia de 1731.

  Mas tarde, y espaciados en el tiempo, Teixidor, V.Boix, Carboneres, Llombard y algún otro autor publicaron ensayos parciales en los que abordaban el tema. No hay constancia de que exista más bibliografía al respecto, y no es hasta mediados del siglo XX, en que, al ocurrir la doble riada de Octubre de 1957, que superó en violencia a todas las anteriores, Francisco Almela y Vives, de las Reales Academias Española y de la Historia, hizo una recopilación que tituló “Las riadas del Túria,(1321-1949)”.
 
  Se trata de una obra, que es una relación escrita con un criterio histórico y que reúne información sobre las avenidas acontecidas en la capital Valenciana con anterioridad a la avenida de 1957, porque, el objetivo primordial de la obra, consistió en reunir la documentación necesaria para elaborar, con sistemático rigor histórico, un estudio cronológico de las riadas del Turia a su paso por Valencia durante los seis últimos siglos, siendo básicamente esta obra, la principal fuente de referencia utilizada en la realización del presente artículo.

  En el periodo que abarca desde 1321 hasta 1957, se registran en la publicación de Francisco Almela, 22 desbordamientos, 11 crecidas y 15 noticias de inundaciones del Turia en Valencia. En el primero de los ocho capítulos de que consta la obra, trata de las más importantes avenidas de los siglos XIV y XV. Inicia la enumeración de riadas con la primera de la que hay noticias documentadas, después de que Jaime el Conquistador tomara Valencia, inundación que tuvo lugar el 16 de octubre de 1321 y de la que aporta la siguiente información:

El día 16 de dichos mes y año,(Octubre, 1321) el Justicia y los Jurados de la Ciudad publicaron un bando haciendo saber que, como por el aumento de las aguas del Guadalaviar a consecuencia de abundantes lluvias, se habían caído en parte algunos puentes, muros y barbacanas de la población, se prohibía a todo hombre y mujer, de cualquier ley o condición, que cogiera o mandara coger, de noche o de día, abierta u ocultamente, piedras, argamasa, tierra, ladrillos o madera de dichos muros, puentes y barbacanas. Y quien tal hiciere pagaría como castigo sesenta sueldos tantas veces como lo hiciera”.

Los estragos causados por la riada se deducen asimismo de una carta que en 24 de octubre de 1321 dirigieron al Rey, D. Jaime II el Justo, los Justicias, Jurados y Consejeros de la Ciudad. En aquella le decían poco más o menos, que las abundantes aguas pluviales habían determinado el derrumbamiento de muchas casas dentro y fuera de las murallas, aparte de los numerosos edificios que se hallaban en peligro de que les ocurriera lo mismo. Además, habían caído las bóvedas de los Puentes del Real y de los Catalanes, posteriormente llamado de la Trinidad. Con todo ello, la gente padecía mucho, porque no había pan, debido a que los hornos carecían de leña. Tampoco había cal ni ladrillos para reparar las casas derrumbadas y las que estaban a punto de caerse, donde, por cierto, habitaban las personas con peligro de muerte. Por otra parte, también faltaba la carne, porque los carniceros no tenían sitio para guardar el ganado…

  El autor, continúa enumerando exhaustiva y cronológicamente las riadas y citando algunas particularidades de los daños en puentes, casas y murallas y de los bandos de las autoridades para evitar latrocinios, alguna vez hace alusión al tiempo atmosférico y a las particularidades de la inundación, y de si se hicieron rogativas para que cesara la lluvia, de esta manera tenemos registros del 6 de noviembre de 1340, de la del jueves 17 de agosto de 1358, de la del 17 de noviembre de 1475 que fué muy generalizada y extensa en el tiempo, ya que entró el mes de enero de 1476 y las lluvias prosiguieron con más crecidas de ríos, barrancos y desbordamiento de pozos, los predicadores sólo hablaban de aquella situación caótica, que sin duda era el “justo castigo merecido por los muchos pecados cometidos”, y no fue hasta comienzos de febrero, que no se afianzó el buen tiempo.

  Pasaron doce años, sin ninguna avenida desastrosa, hasta que el 28 de octubre de 1487, a primeras horas de la tarde, vino el Turia muy crecido, siendo extraordinaria aquella inundación, hay que decir que las aguas desbordadas se extendieron a muchas alquerías, causando estragos incalculables y se vinieron abajo casi todos los molinos, obstruyéndose las acequias y quedando embarradas las tierras labrantías.
El 3 de octubre de 1517, los Jurados de la Ciudad dirigieron una epístola al joven rey Carlos I, recién llegado a España, que había desembarcado en Villaviciosa el 19 de septiembre de aquel mismo año, días antes de la riada. Le informaban someramente de lo sucedido.

  El investigador catalán Fontana Tarrats, en sus compilaciones documentales dedicadas a incidencias meteorológicas en lo que hoy son las comunidades autónomas de Cataluña, Valencia y Murcia, nos dice en relación con la riada Valenciana de 1517, que las lluvias ya habían comenzado 40 días antes del desbordamiento del Turia; que a las 4 de la tarde del día 27 las aguas habían inundado casi todos los barrios de Valencia, además de sus puentes, y que en la Ciudad se derrumbaron multitud de casas. Cita como ejemplo la calle de Murviedro, en la que desaparecieron sesenta edificios.

  Fuera de Valencia, Fontana refiere que hubo grandes tormentas en Utiel, donde cayeron varios trozos de muralla y que los destrozos se dejaron sentir en Sumarcárcer, Gabarda, Alcácer, Alcira, Algemesí y, sobre todo, en Carlet, donde desaparecieron cien casas. Añade que 1517 fue un año de terremotos y que dos meses después de la gran riada, en las primeras horas de la tarde del 21 de noviembre de 1517, Játiva sufrió un seísmo de gran intensidad, que repitió al día siguiente. En Cataluña, a comienzos del mes de noviembre de aquel mismo año, un temporal de lluvias se mantuvo muy activo, lloviendo profusamente, sin parar, durante dos noches y un día, ocasionando grandes daños y causando la muerte a muchas personas, como consecuencia, se produjeron importantes inundaciones en el Llobregat, en Vich y, sobre todo, en las riberas del Ebro.


  Desde esta inundación de septiembre de 1517 transcurrieron veintitrés años sin sucesos de esta naturaleza, hasta el 5 de octubre de 1540. Seis años después sobrevino la inundación del día de San José de 1546. Y más tarde, las riadas de 1555, de 1557, de 1577 y de 1581, en la que el río vino tan crecido que pasó por encima del Puente del Real, riada que se reprodujo los días 22, 23 y 25 de septiembre y que afectó a todo el Reino de Valencia. Otra nueva inundación catastrófica sobrevino en el mes de octubre de 1589, posteriormente habría mas avenidas.

  Pero como sería demasiado largo y reiterativo continuar la enumeración de las crecidas y desbordamientos del Turia en los cuatro siglos que siguieron, se concluye este artículo con unos apuntes sobre la última inundación Valenciana, la del año 1957, que tuvo además, extraordinarias repercusiones en el futuro urbanístico de la Ciudad del Turia y como consecuencia de estas actuaciones, se puso fin a la reiterada serie de riadas Valencianas de los últimos siglos.


  En la publicación, La crónica del siglo XX”, de Plaza & Janés, Editores, S.A.”, resume la efemérides Valenciana del 14 de octubre de 1957 en estos términos:

Los temporales de lluvia, que durante las últimas semanas azotan España, han tenido una triste manifestación en la zona de Valencia. El río Turia se ha desbordado a las dos de la madrugada, inundando la capital con una pavorosa riada, que afecta a dos tercios de la población. A media mañana, las aguas comenzaron a retroceder; sin embargo, al mediodía, comenzó de nuevo a llover, en medio de gran aparato eléctrico. No se recuerda una tragedia tan grande desde 1879. En algunos puntos, el agua alcanza los dos metros”.

Fuera de la capital, el desastre es también enorme. Centenares de viviendas destruidas en Catarroja, Chivas, Masanasa, Albal; un barrio entero de Carlet; desolación casi completa en Nazaret; desbordamientos del Magro en Algemesí; del Jucar, en Alicante y del Segura en Orihuela. Más de ochenta muertos y miles de millones en pérdidas.”

  Cabe reseñar que cuando se habla de grandes riadas en Valencia siempre acude a la memoria colectiva la de octubre de 1957, que fue la última en producirse y quizá la que se recuerda como la más catastrófica, pero no fue la única vez que el Turia se desbordó con consecuencias trágicas. Ya que tan solo ocho años antes, el 28 de septiembre de 1949, las lluvias torrenciales descargadas sobre las cadenas montañosas que circundan la plana litoral Valenciana hincharon no sólo el río sino también los barrancos adyacentes, como el de Catarroja y el Carraixet, lo que provocó que se inundara toda la huerta, con la capital en el centro, y que se contabilizaran igualmente cuantiosos daños en poblaciones más al interior, como Bétera, Cheste, Lliria o Pobla de Vallbona.

  En Valencia hubo 41 muertos, según los datos oficiales, aunque siempre se supuso que hubo más víctimas mortales, porque lo cierto es que la riada se llevó por delante más de dos mil chabolas que había en el cauce del Turia, donde vivían varios miles de personas. La gran mayoría de los habitantes de este suburbio tercermundista alcanzaron a ponerse a salvo, pero no se llegó a conocer cuántas personas pudieron desaparecer sin que hubiera otras que las echaran en falta, porque es de imaginar que no todas estaban debidamente censadas ni vivían con familiares que denunciaran su ausencia. Según las crónicas de la época, también en otros pueblos afectados por la riada hubo más víctimas mortales, como seis en Bétera, una en Almàssera y Cheste, dos en Lliria (por culpa de una chispa eléctrica causada por unos cables caídos). También se registró una gran mortandad de animales de granja, que poblaban casi todas las casas y alquerías de la huerta, y de caballerías, que representaban la fuerza motriz en el campo.

  Aquel episodio de finales de septiembre de 1949 debió de ser, meteorológicamente, lo que hoy denominamos 'gota fría', un fenómeno concentrado en una concreta área geográfica, pero se desarrolló en medio de un extenso temporal de lluvias que afectó con intensidad a casi toda España, ocasionando inundaciones locales y graves pérdidas agrícolas y en infraestructuras en casi todas las regiones. En Valencia, las zonas más dañadas fueron las de Nazaret y el Grao, pero también desapareció el 'puente de Madera', que estaba frente a la 'Estacioneta del Trenet', que se volvió a construir y volvería a llevarse la riada del 57. En la huerta se perdieron las cosechas, al igual que sucedió en puntos de La Ribera, como Carcaixent, y de La Safor, como Oliva. Un grave problema añadido en la Valencia de aquella época de postguerra, con penurias, escasez y racionamiento de comida.


  Veinticinco años después de la última inundación catastrófica de Valencia por las desbordadas aguas del río, en el año 1982, el alcalde de la Ciudad del Turia, Sr. Pérez Casado, inauguró un monumento en recuerdo de las innumerables personas que habían perecido víctimas de las riadas a lo largo de todos los tiempos. Este monumento está situado en la explanada de la antigua estación del ferrocarril de Aragón, rodeado por una pequeña alberca y un bebedero de fuego en el centro. Es una obra de líneas esquemáticas muy estilizadas, formado por dos cuerpos rectilíneos cubistas de 16 metros de altura, paralelos y casi verticales, con los que se pretende glorificar y mantener vivo el recuerdo de quienes perdieron la vida en la última riada de 1957 y en todas las anteriores, fue hecho en piedra artificial, por encofrado, con diseño del escultor Valenciano, Ramón de Soto Arándiga.



Bibliografía:

Río y Ciudad: El caso de Valencia”, de Pilar Carmona y Joan Olmos.
Las riadas del Túria (1321-1949)”, de Francisco Almela y Vives.
La crónica del siglo XX”, de Plaza & Janés, Editores S.A
El tiempo en España durante el año agrícola 1957-58”, (del calendario meteoro-fenológico), de J. Fernández Campa,


Ramón Gijón, delineante proyectista.
Fuentes, Artículo (2003), de Carmen Gozalo de Andrés, Licenciada en Historia, hemeroteca de las provincias y Universitat de València.