lunes, 5 de abril de 2021

Los cultivos y el cambio climático.

Los cultivos y el cambio climático.



  Los cultivos necesitan tierra, agua, luz solar y calor adecuados para crecer, el calentamiento atmosférico a nivel global ya ha alterado la duración de la estación de crecimiento en grandes partes de Europa, de esta manera, las épocas de floración y de cosecha de los cereales se adelantan ya varios días y la tendencia lamentablemente es que estos cambios se sigan produciendo en muchas regiones.

  En general, la productividad agraria del norte de Europa podría aumentar al prolongarse la estación de crecimiento y el período sin heladas, este paulatino aumento de las temperaturas y la prolongación de las temporadas de crecimiento también podrían facilitar la producción de nuevos cultivos. Sin embargo, en el sur de Europa, cabe prever que las olas de calor extremo y la reducción de las precipitaciones así como del agua disponible, limiten la productividad agraria perjudicando seriamente algunos cultivos. También es previsible que el rendimiento interanual de las cosechas varíe cada vez más debido a los episodios meteorológicos extremos y a otros factores como plagas y enfermedades.

  De continuar esta tendencia, en algunas zonas del Mediterráneo, el estrés hídrico y térmico extremo de los meses de verano podría obligar a desplazar la producción de algunos cultivos estivales al invierno. Sin embargo en otras zonas, como el oeste de Francia y el sureste de Europa, sufrirán reducciones de rendimiento debido a los veranos calurosos y secos, sin posibilidad de desplazar la producción al invierno.

 


  Estas variaciones de las temperaturas y de las estaciones de crecimiento también podrían afectar a la proliferación y propagación de algunas especies, como insectos, malas hierbas invasoras, o de enfermedades, todo lo cual podría afectar a su vez a las cosechas. Parte de estas posibles pérdidas se podrían compensar con prácticas agrarias como la rotación de cultivos para adaptarlos a la disponibilidad de agua, ajustar las épocas de siembra a las pautas de temperatura y precipitación y utilizar variedades de cultivos más adecuadas a las nuevas condiciones (por ejemplo, cultivos resistentes al calor y a la sequía).

  Las fuentes terrestres de alimento no son las únicas afectadas por el cambio climático. La distribución de algunas poblaciones de peces ya ha cambiado en el Atlántico Nordeste, afectando a las comunidades que dependen de estos recursos a todo lo largo de la cadena de suministro. Junto con el creciente transporte marítimo, el calentamiento del agua puede contribuir a facilitar el establecimiento de especies marinas invasoras, provocando el colapso de las poblaciones de peces locales.

 


  Para que la tierra ya destinada a la agricultura produzca más alimento suele ser necesario utilizar más fertilizantes nitrogenados, que a su vez liberan emisiones de óxido nitroso y contribuyen al cambio climático. La agricultura intensiva y la aplicación de fertilizantes también liberan nitratos al suelo y a las masas de agua. Aunque no están directamente relacionadas con el cambio climático, las altas concentraciones de nutrientes (especialmente fosfatos y nitratos) presentes en las masas de agua causan eutrofización. La eutrofización favorece el crecimiento de algas y agota el oxígeno del agua, hecho que tiene graves repercusiones para la vida acuática y la calidad del agua.

  Tanto en Europa como en el resto del mundo, satisfacer la creciente demanda de alimentos utilizando más tierra tendría graves repercusiones para el medio ambiente y el clima. Las zonas más adecuadas para la agricultura en Europa ya están cultivadas en gran medida. La tierra, especialmente si es tierra fértil de uso agrícola, es un recurso limitado en Europa y en todo el mundo.

 


  La transformación de zonas forestales en tierra agraria tampoco es una solución, ya que este proceso genera emisiones de gases de efecto invernadero. Como muchos otros cambios en el uso del suelo, la deforestación (que actualmente se produce fundamentalmente fuera de la Unión Europea) también pone en peligro la biodiversidad, socavando todavía más la capacidad de la naturaleza para hacer frente a los impactos del cambio climático (como la absorción de lluvias intensas).

  A su vez, se ha visto que la agricultura también puede producir efectos significativos en el clima, principalmente por la producción y liberación de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono, metano y óxido nítrico; por la alteración de la superficie del planeta, la cual pierde su capacidad de absorber o reflejar calor y luz, así como por el forzante radiativo. La deforestación y la desertificación, además de los combustibles fósiles, son las mayores fuentes antropogénicas de dióxido de carbono. La agricultura en sí es el principal contribuyente en incrementar las concentraciones de metano y óxido nítrico en la atmósfera del planeta.


Ramón Gijón, delineante proyectista.

Fuente: agencia europea del medio ambiente.

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