Factores
condicionantes en el diseño de un jardín.
Cuando
adquirimos una propiedad, después de haber acometido la hercúlea
tarea de rehabilitarla y de acondicionarla al siglo XXI, nos
encontramos con una casa rural, respetuosa con el medio ambiente y
con su entorno, única, porque no hay otra igual, y personalizada, ya
que nos hemos implicado en su diseño, en los materiales utilizados y
en los acabados, y porque hemos devuelto a la vida algún que otro
mueble o hemos restaurado ese arco de piedra que se caía a trozos,
en definitiva, hemos conseguido mejorar una pequeñísima parte de
este planeta que tan maltratado está.
Pero
cuando salimos al patio, nos damos cuenta que todavía no hemos
terminado y que nos quedan cosas por hacer, por lo que cogemos de
nuevo la cinta métrica, las lienzas, las estacas y proyectamos un
gran diseño, lo ponemos en marcha removiendo tierras, haciendo un
murete aquí o allá, peldaños tal vez, unas praderillas
aterrazadas, una barbacoa con su solado o esa terraza al salir de
casa, y llegados a este punto, acometer la plantación de los
ejemplares que vamos a incorporar, acondicionar los que ya estaban y
vamos a conservar, o sembrar el césped, si es el caso; pero
previamente a todo esto, tendremos que conocer los factores
condicionantes, que por otra parte son los que nos van a determinar
que especies podemos o no podemos plantar.
Efectivamente,
a la hora de diseñar un jardín, ya sea grande o pequeño, público
o privado, o independientemente de a quien va a ir destinado, hay que
tener en cuenta los llamados factores condicionantes, que nos
limitarán en el diseño y en las especies a incorporar, estos
factores son; factores climáticos, factores fisiográficos, factores
edáficos, factores hídricos, factores biológicos, factores
económicos o estéticos, factores legales, factores de ejecución o
factores de uso final; de todos esto factores, solo los tres primeros
son limitantes en cuanto al material vegetal que va integrarse en
nuestro nuevo jardín.
En
cuanto al primer factor, el climático, habrá que tener en cuenta,
las temperaturas medias, las máximas y las mínimas, de esta forma
podemos establecer el peligro de haladas o el período de máxima
aridez, confeccionando unas sencillas tablas; la pluviometría, el
índice de humedad relativa, el índice de radiación solar y los
vientos dominantes, los podemos consultar en las estadísticas del
AEMET para la zona en cuestión.
En
cuanto al segundo factor, el fisiográfico, tendremos que tener en
cuenta, la altitud, la exposición u orientación y la pendiente u
orografía del terreno. Esta información es accesible por internet o
consultando planos topográficos de la zona.
En
cuanto al tercer factor, el edáfico, estudiaremos las
características del suelo, éstas las podemos clasificar en
propiedades físicas y en propiedades químicas; las propiedades
físicas serían, la textura, la estructura, la densidad y la
porosidad; y las propiedades químicas serían, la capacidad de
intercambio catiónico, el ph del suelo y la conductividad eléctrica.
Todos
estos datos los podemos obtener a través de un laboratorio
especializado o por medios propios, con unos procedimientos muy
sencillos, como se puede ver en los gráficos. Ya con nuestros datos
en la mano, podremos actuar, si es el caso, a efectuar enmiendas en
el terreno, con el fin de optimizar sus propiedades.
Tras
efectuar las catas en el terreno, se vierte una cantidad estipulada
de tierra en el recipiente, a ser posible de vidrio liso y tras la
decantación de ésta, procederemos a aplicar una simple regla de
tres, para sacar los porcentajes correspondientes.
Posteriormente,
trasladamos los resultados a la tabla de interpretación y podremos
saber que textura tiene nuestro jardín, y como mencioné
anteriormente, proceder a efectuar enmiendas en el terreno para
corregir las deficiencias que pudieramos encontrar.
Ramón
Gijón, delineante proyectista.
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